8 de diciembre de 2006

Signos (II)

- Hola, pequeño.

Morgan se giró sobre sus talones y la vió por primera vez. Nunca hubiera creído encontrar a aquella clase de chica en un trabajo así. La recorrió con la mirada de arriba abajo. Su cuerpo pequeño, delgado y esbelto, quedaba cubierto por una chaquetilla acolchada blanca y unos pantalones igualmente blancos, bastante ceñidos. No era aparentemente una chica que se defendiera facilmente, aunque Morgan ya había comprobado en muchas ocasiones que las apariencias solían engañar, más aún con las mujeres. Sus labios, de color rojo carmesí, se cerraban con firmeza en una mueca que se asemejaba a una leve sonrisa. Su pelo, blanco como la nieve, caía ocultando parcialmente sus ojos; unos ojos azules cuya vista, según podía adivinar, le traería bastantes problemas. No era lo que estaba esperando, pero estaba claro que si lo que querían era impresionarle, lo habían conseguido.

- Sólo una persona que creyese de verdad en sí misma se atrevería a llamarme así.

La chica se mordió el labio y lo miró fijamente. Definitivamente, era guapísima.

- Bien. Veo que al final te has decidido a colaborar. Harrison me había alertado de que tal vez no aparecieras y tuviera que ir yo... a buscarte.

Delató una leve malicia en aquel comentario. Tal vez su rostro de ángel no fuera más que una máscara de una letal asesina. O tal vez estuviese tratando de amenazarle. Todo aquello era demasiado confuso.

- No esperaba que enviase un mensajero así. Aunque igual tampoco me hubiera importado recibir tu visita.

Terminó de desencadenar la sonrisa, sin apartarle la vista de los ojos un minuto. Empezaba a ponerle nervioso, pero a la vez tenía algo que le mantenía así su mirada posada en los suyos sin ninguna interrupción.

- Tienes razón; ha sido una pena. Esperaba poder matar a alguien esta noche.

Lo dijo con una naturalidad tan pasmosa que arrancó una carcajada de Morgan. Sabía que Harrison contaba con algunos de los mejores mercenarios bajo su mando y, por el momento, esos rumores se iban confirmando.

Antes de que pudiera decir nada a modo de respuesta, la mano de la chica se dibujó frente a su boca, como obligándole a callar. A continuación sintió su mirada, algo más baja, mientras se incorporaba levemente y posaba los labios sobre los suyos. En un momento sintió como abría su boca y dejaba deslizar un minúsculo elemento metálico, cuyo contacto percibió frío e insípido. Luego se apartó de él de nuevo.

Su mirada volvía a estremecerle, fija y penetrante como antes, pero su sonrisa ya se dibujaba en mayor medida; una sonrisa bella, sí, pero también traicionera. Su voz fue más potente, escondiendo esa dulzura que habría creido innata.

- Ya tienes todo lo que necesitas. Volveremos a vernos.

Morgan no dijo nada. La vió volverse y caminar con paso ágil pero elegante, abriéndose paso entre la multitud de aquel antro. Nunca le habían encargado una misión de aquella manera y pensó en si realmente volvería a verla.

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- ...despierta...

Pitidos electrónicos a un ritmo constante, válvulas abriéndose y cerrándose, voces no, aún eran murmullos, frío a través de la columna vertebral y peso, un peso agobiante que le aplastaba la caja torácica y le impedía respirar.

- Morgan, despierta. Despierta ya...

Luz, claridad, en un instante la mayor luminosidad que había experimentado en toda su vida.

Blanco. Todo. Nunca tan poco color había significado tanto.

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