6 de diciembre de 2006

Signos (I)

Abrió los ojos en mitad de la noche. Oscuridad, lo mismo de siempre, nada tenía porqué cambiar y nada había cambiado. Volvió a cerrarlos y se sumergió nuevamente en el universo en el que se había visto inmerso.

-------------------------------------------------------------------------

Allí estaba ella, tan blanca como la más pura luz que nunca podría haber sentido. Ella, en el medio de la habitación, suspendida mágicamente de alguna manera, con los ojos cerrados de aquel modo tan dulce, y una finísima sábana envolviendo tímidamente su cuerpo liviano. Podría haberse quedado mirándola durante horas, habiendo incluso perdido la noción del tiempo, sin sentir ninguna clase de hambre, dolor, sueño o cualquier otra limitación humana ante aquella visión a su juicio celestial.

Y sin embargo, ya tenía que irse.

Acercó sus dedos índice y corazón unidos hacia sus labios y a continuación acarició la frente de la chica con ellos. No dijo nada, ni siquiera se removió minimamente. Su respiración continuaba tan tranquila y tenue como hace unos instantes. Esbozando una sonrisa, Morgan se volvió hacia la puerta, caminando con paso decidido.

La lluvia había azotado los cristales del apartamento toda la noche y por la mañana parecía no haberse decidido a realizar excepción alguna. Aún no había terminado de establecerse suficiente luz para que el alumbrado público no fuese necesario y sin embargo un buen número de personas vagaba ya de un lado para otro, envueltos en sus abrigos, cubiertos por sus paraguas, sujetando sus maletines, dispuestos a enfrentarse un nuevo día más a la supervivencia más cotidiana. Si supieran lo que él sabía, tal vez no caminasen tan tranquilos, Morgan no tenía ninguna duda. Pero todo llegaría a su tiempo...

Subiéndose los cuellos de la chaqueta para tratar de protegerse del viento y la lluvia, salió del portal y se encaminó hacia su coche, aparcado una manzana más arriba. Las luces de un AV zumbaron sobre su cabeza por un instante, y lo vió alejarse en su misma dirección aunque unos metros más alto, eso sí.

Los había cada vez más, no hacia falta más que darse un paseo por la ciudad para ver que aquello no era lo mismo que hacia un par de años. Por supuesto, mucha gente no disponía de recursos como para hacerse con una tecnología así, pero ya habían surgido fabricantes dispuestos a hacerse llegar a un mayor público a costa de ofrecer productos más asequibles, aunque con las limitaciones pertinentes. Otras personas, como Morgan, seguían prefiriendo rodar sobre el suelo firme. Le daba más confianza; al menos así existía algo que te sujetase.

Su Spengler no era demasiado veloz, pero era un coche robusto, que más de una vez le había sacado de apuros sin muchos contratiempos. Lo cuidaba con esmero; al fin y al cabo era el compañero que más le había durado y el único con quien realmente disfrutaba trabajando.

Accionó el mando de la llave y a continuación abrió la puerta. Acomodándose en el asiento del conductor, deslizó hacia abajo la cremallera de su chaqueta mientras con la otra mano introdujo la llave y la giró.

La calle se estremeció con un estruendo que lo envolvió todo y la mañana se llenó de súbito de color. Para cuando los que se encontraban cerca del lugar obtuvieron el valor para dirigir su vista a la luz, aquello había dejado de ser un coche. Lenguas de fuego inagotables surgían de entre el metal.

Nadie salió. No hubo movimiento alguno.

Un coche en llamas.

Y no había más.

No hay comentarios: