27 de septiembre de 2007

Visión de futuro

La vida en pareja para un informático puede no ser tan maravillosa... o sí...

22 de septiembre de 2007

Cerveza fría y "tappings" nocturnos

¿Qué hace una canción? ¿Melodía o letra? Palabras sueltas con más o menos azar, ideas fugitivas de mentes inquietas por expresar unas sensaciones que a veces no son representables en 29 símbolos. Ni lo serían probablemente en un millón. No siempre se encuentran las palabras para relatar un pensamiento y no siempre se encuentran pensamientos para explicar una sensación.

A veces me he preguntado como serían esas sensaciones que experimento si mi percepción fuera diferente. ¿Cómo sería, por ejemplo, percibir el desprecio si nos faltara un sentido como la vista o el oído? ¿Tendríamos realmente el mismo concepto de la envidia, la satisfacción o el amor? Pienso que nuestra idea sobre esos conceptos tan indescriptibles en primera instancia no podría alcanzar un nivel como del que tenemos ahora consciencia de ellos si no gozasemos de todas nuestras facultades cognitivas. Sería como intentar describir un número sin conocer las cifras que lo componen.

Pero consideraré otro factor a la hora de percibir lo que nos acontece: la experiencia. Es de suponer que si somos capaces de aprender es porque lo que en un momento significa una cosa para nosotros, después crece en significado. De pequeños sabíamos que un círculo tenía una forma concreta, después aprendimos a dibujarlos, luego a hacer cálculos con ellos, etc. Pero desde el momento que conocimos el círculo por primera vez nuestro cerebro ya iba a reaccionar a esa forma concreta asignándole el concepto de "círculo". Que luego ese concepto se amplie o no, es cuestión de la experiencia que adquiramos en su manejo.

Y aquí viene cuando me entra la duda. ¿Cómo sabemos cuando hemos conocido algo del todo? ¿Podemos fiarnos de que hemos adquirido toda la experiencia relativa a un concepto o siempre queda algo por aprender? Si conociésemos un concepto al 100% y nada fuese capaz de sorprendernos no cabría posibilidad de error no forzado en nuestra interacción con el elemento en cuestión. Sin embargo, el ser humano se equivoca constantemente y buena parte de lo que aprendemos es precisamente de nuestros errores.

Entonces direis: "Oye, pero yo sé al 100% que la lluvia moja y que si me meto debajo del agua me voy a mojar. En eso no me voy a equivocar". Cierto, querido lector, y si sales de casa con un chaparrón vas a acabar calado hasta los míseros huesos. Sin embargo, distingue ahora que tú conoces parte de los conceptos "lluvia" y "mojar" y que, en su conjunción, obtienes (tras arduos estudios) que ciertamente la lluvia moja. Pero, ¿conoces al 100% cada concepto? No es lo mismo una lluvia que un monzón y no es lo mismo mojar que empapar. "Pero que simpático eres... Serán conceptos distintos.". Y, ¿dónde está el límite?, yo te respondo. Ahí entra la experiencia.

La experiencia es nuestra mayor fuente de sensaciones, nuestro sentido por excelencia. No importa cuánto queramos conocer, porque siempre va a haber algo que nos supere y que nos enseñe nuevas posibilidades. Las sensaciones son pasajeras, inexplicables, una melodía de impulsos eléctricos que navega por nuestro cerebro y que no valen nada si no sabemos asociarlas a un concepto, a algo que podamos explicar y recordar.

Ahora ya se me ha acabado la cerveza. Hasta otra.

9 de septiembre de 2007

You ain't hear nothing yet

Bueno, ya hace bastante tiempo que me ausento y mucho más que lo único que escribo es el relato. No es que traiga ahora una reflexión profunda ni nada parecido, sólo que hoy me aburría y bueno... he estado el fin de semana enfermo, encerrado en casa, asi que tengo mis razones para perder el tiempo de las más míseras maneras: haciendo sudokus, viendo la tele y descubriendo una cosa que se llama GoEar.

Igual muchos ya lo conoceríais y me llamareis desfasado. Bien, gracias, lo soy y no tengo justificación, pero no voy a suicidarme por ello. Para explicarlo claro y por lo que veo, viene a ser como un YouTube pero para archivos de audio. Tu te creas una cuenta, cargas los archivos que quieras y ya puedes compartirlos. Así que hoy, para probarlo, he grabado una cosilla con la guitarra:




¡Tachán! Vale, no es gran cosa, pero como este sigue siendo un blog libre de acceso y abandono; al que le guste, bien, al que no también.

No voy a convertir Peibol's Rinconsito (Reloaded) en un audioblog ni nada parecido, pero que nadie se extrañe si me da otra vez la realísima gana de publicar más contenidos audibles. Serán riffs que me vengan a la cabeza, que reflejen un poco mi estado de ánimo del día (o no) o que, sencillamente, me molen. Como no quiero pasarme mucho tiempo grabándolos (este han sido unos 10 minutos), sonarán casi siempre así de cutres o más y meteré errores como puños pero, sinceramente, tampoco me gusta perder el tiempo.

Un saludo a todos y espero escribir con mayor frecuencia (y de algo más interesante).

20 de junio de 2007

Signos (IV)

Los tacones y el vestido sobraban. Linda se ajustó las zapatillas de goma y en un momento subía ya las escaleras de dos en dos, rápida pero sigilosa.

- Minuto y medio. ¡Sal de ahí ya!

- ¿Está despejado?

No necesitaba respuesta. Activó el generador de camuflaje de su cinturón y abrió la puerta. Sintió el calor inundándole un instante, a la vez que su cuerpo iba tomando el color y la perspectiva del fondo del pasillo. Cerró la puerta sin hacer el menor sonido.

El pasillo se extendía a ambos lados: vacío por la izquierda y algo más atendido por la derecha. La puerta de la Cámara se encontraba custodiada por tres hombres. Sus uniformes impecables en verde y azul los delataban: agentes de BioTechnica.

- Camina hacia tu izquierda. La puerta del laboratorio 34-12 está abierta.

Linda le hizo caso. Observó a través de la cristalera antes de entrar. La habitación de fuera estaba vacía. En el interior del labotarorio un investigador enfundado en su bata blanca tecleaba algo ante un ordenador. No levantó la mirada cuando la puerta de fuera se movió.

- Es mejor pasar inadvertidos. Utiliza el armario que tienes a la izquierda para trepar al falso techo. Apaga el camuflaje cuando estés dentro.

- Vaya, y yo que pensaba que me dejarías divertirme un poco...

Era comprensible que quisieran que entrase allí sin que ellos lo notaran. Obtener una información preciosa era un plato aún más suculento si se lograba a escondidas de los competidores. Aunque por supuesto, esa no era su guerra: a ella le bastaba el dinero.

El conducto de ventilación estaba frío, demasiado para el rol de secretaria inocente que había tomado, pero confiaba en que fuese algo rápido.

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- Muy bien, sigue adelante. Es por la siguiente.

Morgan observaba sus movimientos, lentos pero seguros. Pronto llegaría a la sala anterior. Ya había enviado un silenciador a todos los sistemas de escucha de la misma. Bastaría con que Linda se deslizara con su camuflaje y con paralizar la cámara de vigilancia de la puerta. Buscó el programa y lo fue cargando. La figura de una araña púrpura se materializó en su visor.

- Modelo ER-521J. Código 7664. Date prisa.

Linda ya estaba frente a la puerta. Morgan seleccionó el 521J e introdujo el código que le había dicho Linda. Mientras tanto, la araña ya había empezado a tejer una espesa tela.

- D-128-42. Tienes vía libre.

- No tardaré mucho.

Linda debía cortar la comunicación ahí dentro. Los sensores captarían las señales. Morgan observó el indicador de camuflaje restante. Algo menos de cinco minutos. ¿Suficiente? Linda estaría ya copiando los datos, ¿pero cuánto podía tardar?. "Poco más de 3 teras y medio", eso habían dicho. A Morgan se le hacía un nudo en la garganta sólo de pensar qué podría suceder si algo se les había escapado, si había algún otro elemento de vigilancia que no habían desactivado, si Linda tardaba más y se le acababa el camuflaje... ¿Cómo iba a salir de allí sino?

- Lo tenemos. Sácame de aquí, pequeño.

Su voz le devolvió a la realidad y un espasmo de tranquilidad le invadió súbitamente.

- Ufff... Será un placer.

Linda estaba cerrando ya la puerta. Morgan se acomodó de nuevo sobre la silla y echó un vistazo a la araña para preparar su desactivación. Se dió cuenta de que algo había cambiado por la décima de segundo que tardó en aparecer.

- ¡Linda! ¡Sal!

La araña lucía un apagado tono azul y se encontraba quieta y acurrucada entre sus patas. Su tela se disolvía rápidamente entre un viscoso líquido verde.

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La puerta de la sala anterior con el pasillo estalló apenas un segundo después del aviso de Morgan. Una sombra apareció rápidamente entre el humo y el polvo. Linda rodó por el suelo, sacando en un sólo movimiento los cuchillos de su traje. No le dió tiempo a ver a quién atravesaba la garganta, pero supo por el sonido que tampoco tendría ocasión de preguntárselo.

Los dos compañeros del difunto asomaron por el boquete de la puerta y dispararon hacia el interior. Era lo que Linda esperaba, por lo que se había refugiado rápidamente hacia un lado de la sala. Ahogando un grito de dolor comprobó que no había sido lo bastante rápida como para evitar un impacto por encima de su tobillo izquierdo.

Cesaron el fuego. Ahora o nunca. Apareció en el umbral y clavó su puñal en el pecho de uno de los agentes al tiempo que se giraba para romperle la nariz al segundo. El hombre cayó hacia atrás con la cara envuelta en sangre. Linda desperdició munición de su 9mm.

Respiró un instante y volvió a sentir el frío. Su camuflaje comenzaba a parpadear. Oyó pasos apresurados desde el fondo del pasillo. Cada vez más cerca...

6 de febrero de 2007

Signos (III)

Era cuestión de supervivencia, en última instancia era por eso. Harrison sabía los peligros que corría al tomar decisiones tan desesperadas, pero también sabía que era ahora o nunca. Las cosas no estaban yendo para nada bien los últimos años y sabía que necesitaba aprovechar una oportunidad así, incluso arriesgando su propia identidad.

Por eso era él quien se había acercado a aquel lugar. Por eso él mismo había conducido su coche hasta allá, porque necesitaba saber más que nunca que estaba metido en algo importante, y necesitaba participar activamente en ello.

Los localizadores le habían dicho que esa era la casa. No había razón para desconfiar de ellos, solían hacer bien su trabajo. Sin embargo, le extrañaba que allí viviese aquel en quién tantas esperanzas depositaba, aún sin conocerle. No era por la casa, ni demasiado vieja ni demasiado moderna, sino más bien por el ambiente de aquel sector de la ciudad; demasiado residencial. Varios vecinos le habían dirigido alguna que otra mirada recelosa mientras se apeaba de su vehículo. No era la clase de gente acostumbrada a relacionarse con el resto de la ciudad.

Llamó a cualquier piso. No necesitaba comprobar si estaba en casa. Una voz femenina le contestó con bastante rapidez.

- Perdone, esto... yo iba al tercero derecha, pero no deben oirme. ¿Le importaría abrirme?

Ni una palabra más. La puerta quedó habilitada y no tuvo más que apoyarse levemente para pasar al recibidor. Aquello no era como la ciudad, estaba claro.

Harrison investigó los buzones. El correo convencional nunca había desaparecido del todo, si bien estaba cada vez más en desuso. Leyó el nombre del correspondiente al último piso:

- "Jimmu Zwang Abe"

Por supuesto que no esperaba encontrar el nombre del que disponía en el buzón, pero tampoco hubiera pensado que su principal apuesta era originaria del otro lado del océano. ¿Cabía aún la posibilidad de que se hubieran equivocado? ¿De que aquel no fuese el lugar? No, imposible. Detestaría creer en aquello porque eso le impediría progresar en los acontecimientos. Ahora, más que nunca, debía confiar en sí mismo y en su equipo.

La carta se deslizó hacia la oscuridad del interior del buzón y Harrison salió por la puerta con celeridad.

¿Aceptaría?

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- Piso 32, sube mejor un par de ellos andando.

- ¿Y eso por qué?

- Para que hagas deporte, ultimamente estas echando unos kilitos...

Linda sonrió timidamente para sí misma y pulso el número 32. Probablemente se hallaba mucho más despejado que el 34 y no merecía la pena correr riesgos innecesarios. Además prefería hacerle caso. Sabía que pronto ya no podría escuchar su voz y que debería actuar sola. Estaba lista, para eso había estado trabajando tan duro las últimas semanas, preparándose para ese momento.

La puerta del ascensor se abrió en el 7. Dos hombres trajeados de gris y con sus respectivos maletines negros entraron charlando entre ellos casi a voz en grito. A pesar de que uno parecía evidentemente mayor que el otro, su conversación era fluida aunque el tema no de mayor trascendencia que algún evento deportivo celebrado el fin de semana anterior. Linda se hizó la despistada y no prestó demasiada atención.

Subieron hasta el 19 y bajaron casi de la misma manera en que habían entrado, no sin antes haber echado una sutil pero notable mirada a las piernas de la chica.

Las puertas volvieron a cerrarse. Linda estaba confiada: todo saldría bien. Para los de allí dentro ella sería una trabajadora más del edificio, una secretaria cualquiera. Pasar inadvertida era la clave para el éxito. Por supuesto que entrar en La Cámara no sería tan sencillo como enseñar la documentación falsa al guardia del parking y sonreirle inocentemente, pero disponía de todo lo que necesitaba por lo que, con un mínimo de suerte, todo iría bien.

"¡Ding!"

El pitido del ascensor al alcanzar el piso 32 la sobresaltó, pero salió con decisión, caminando hacia el fondo del pasillo de su derecha. El piso estaba casi vacío, a excepción de un par de chicas hablando animosamente junto a una máquina de café. Linda siguió caminando, rebasándolas, y giro la siguiente esquina.

Nadie. Las escaleras de emergencia estaban ahí mismo.

- Bien, pequeño. Ahora es cuando necesito tu ayuda.

La respuesta no tardó en llegar. Morgan seguía sus pasos atentamente.

- Recuerda que tendrás sólo 2 minutos hasta que los sistemas vuelvan a rehabilitarse.

- Lo sé, lo sé... ¿Me dejas pasar de una vez?

- Adelante.

Siempre había un momento de duda cuando le tocaba hacer algo de eso. ¿Y si algo había fallado y la alarma sonaba?

Linda empujó la puerta con fuerza y la cerró a sus espaldas. Silencio y oscuridad; perfecto.

La cuenta atrás ya había empezado.