22 de septiembre de 2007

Cerveza fría y "tappings" nocturnos

¿Qué hace una canción? ¿Melodía o letra? Palabras sueltas con más o menos azar, ideas fugitivas de mentes inquietas por expresar unas sensaciones que a veces no son representables en 29 símbolos. Ni lo serían probablemente en un millón. No siempre se encuentran las palabras para relatar un pensamiento y no siempre se encuentran pensamientos para explicar una sensación.

A veces me he preguntado como serían esas sensaciones que experimento si mi percepción fuera diferente. ¿Cómo sería, por ejemplo, percibir el desprecio si nos faltara un sentido como la vista o el oído? ¿Tendríamos realmente el mismo concepto de la envidia, la satisfacción o el amor? Pienso que nuestra idea sobre esos conceptos tan indescriptibles en primera instancia no podría alcanzar un nivel como del que tenemos ahora consciencia de ellos si no gozasemos de todas nuestras facultades cognitivas. Sería como intentar describir un número sin conocer las cifras que lo componen.

Pero consideraré otro factor a la hora de percibir lo que nos acontece: la experiencia. Es de suponer que si somos capaces de aprender es porque lo que en un momento significa una cosa para nosotros, después crece en significado. De pequeños sabíamos que un círculo tenía una forma concreta, después aprendimos a dibujarlos, luego a hacer cálculos con ellos, etc. Pero desde el momento que conocimos el círculo por primera vez nuestro cerebro ya iba a reaccionar a esa forma concreta asignándole el concepto de "círculo". Que luego ese concepto se amplie o no, es cuestión de la experiencia que adquiramos en su manejo.

Y aquí viene cuando me entra la duda. ¿Cómo sabemos cuando hemos conocido algo del todo? ¿Podemos fiarnos de que hemos adquirido toda la experiencia relativa a un concepto o siempre queda algo por aprender? Si conociésemos un concepto al 100% y nada fuese capaz de sorprendernos no cabría posibilidad de error no forzado en nuestra interacción con el elemento en cuestión. Sin embargo, el ser humano se equivoca constantemente y buena parte de lo que aprendemos es precisamente de nuestros errores.

Entonces direis: "Oye, pero yo sé al 100% que la lluvia moja y que si me meto debajo del agua me voy a mojar. En eso no me voy a equivocar". Cierto, querido lector, y si sales de casa con un chaparrón vas a acabar calado hasta los míseros huesos. Sin embargo, distingue ahora que tú conoces parte de los conceptos "lluvia" y "mojar" y que, en su conjunción, obtienes (tras arduos estudios) que ciertamente la lluvia moja. Pero, ¿conoces al 100% cada concepto? No es lo mismo una lluvia que un monzón y no es lo mismo mojar que empapar. "Pero que simpático eres... Serán conceptos distintos.". Y, ¿dónde está el límite?, yo te respondo. Ahí entra la experiencia.

La experiencia es nuestra mayor fuente de sensaciones, nuestro sentido por excelencia. No importa cuánto queramos conocer, porque siempre va a haber algo que nos supere y que nos enseñe nuevas posibilidades. Las sensaciones son pasajeras, inexplicables, una melodía de impulsos eléctricos que navega por nuestro cerebro y que no valen nada si no sabemos asociarlas a un concepto, a algo que podamos explicar y recordar.

Ahora ya se me ha acabado la cerveza. Hasta otra.

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