26 de octubre de 2006

Dicen que dicen...

...que la inspiración viene escribiendo.

Y lo cierto es que ultimamente no he debido estar muy inspirado como podeis comprobar por el tiempo que hace que escribo, o más bien, que no escribo. Será que cada vez dispongo de menos momentos para poder sentarme tranquilamente al ordenador y dedicarme a recibir inspiración y hacer, básicamente, nada... Momentos de aburrimiento donde se me podría ocurrir la feliz idea de "voy a contarles esto o esto otro".

Pero no sucede, lo cierto es que está bien dificil. Y no es porque no tenga la cabeza llena de ideas de cosas que podría contar, que no porque no pase tan frecuentemente por aquí mi mente ha dejado de sintetizar conceptos...

De todos modos, como ahora enseguida voy a irme a entregarme a los brazos de Morfeo, no quiero alargarme demasiado y no voy a contar nada. Nada de nada. Sólo haré un anuncio, que muchos ya sabreis, pero para los que no y os interese, ahí va:

XVI Muestra de Teatro
Universidad de Deusto

"Sueño de una noche de verano"
de William Shakespeare

30 de Noviembre y 1 de Diciembre de 2006
A las 17:00 y 19:30, sendos días
(las horas aún no están del todo claras, pero parece ser que será así)
En el Paraninfo de la UD

Hala, ya está dicho.

Buenas noches.

8 de octubre de 2006

Ruido en la cabeza

Horas cotidianas, días cotidianos, semanas cotidianas...

Todo se envuelve dentro de la misma rutina que seguimos observando año tras año, todo sigue el mismo ciclo. Las obligaciones, los tiempos muertos, las distracciones, los pensamientos, la intimidad, el dormir y el despertar, la noche y el día,... encerrados todos ellos dentro de un bucle en apariencia infinito donde nos sumergimos esperando algún día llegar al fin a nuestro destino.

¿Para qué? ¿Qué resultado hemos obtenido al final de cada ciclo? ¿Estamos realmente más cerca de nuestro objetivo (si es que sabemos cuál es)?

Hemos ido creciendo, hemos ido aprendiendo cosas, asimilando el mundo que nos rodea pero ¿qué hemos obtenido como recompensa? Nuestros juegos de pequeños se asemejaban a nuestros sueños: soñábamos que podíamos volar y batíamos las alas velozmente, corriendo de un lado para el otro, emitiendo un ruido de turbinas. ¿Y quién nos enseñó a aterrizar?

Tal vez llovió y se desató una terrible tempestad sobre nuestras ilusiones y ya no pudimos despegar de nuevo. Tal vez nos encontramos con alguien que, ya resignado a vivir en tierra, decidió agujerear nuestras alas. Tal vez un día sufrimos un accidente, una caída desde lo alto, una nube que nos cegó por un instante y a punto estuvo de costarnos caro y a partir de entonces cogimos miedo a volar de nuevo.

Y nos empeñamos en seguir en tierra. Sabiendo que nuestra felicidad residía allí, entre los pájaros, inocentes de ellos como nosotros lo fuimos antaño y como, cada vez, más verguenza y miedo nos da intentar alcanzarlo. Realmente, es comodísimo vivir en un bucle. Sólo has de seguir realizando tu proceso mientras el contador va incrementando.

Pero todos sabemos que ese contador terminará...

¿Es tarde ya para salir al cielo o es que aún pensamos que la felicidad no tiene nada que ver con nuestros sueños?