27 de marzo de 2008

Déjà-vu

Lo llamamos lo "ya vivido" cuando una experiencia nos resulta extrañamente familiar, evocándonos recuerdos y situaciones que podrían permanecer olvidadas en nuestra mente y que espontáneamente vuelven a surgir. No tendría más relevancia hablar de ellos si se tratasen de meras experiencias pasajeras, enmarcadas dentro de lo que es casi nuestro saber: la cualidad para poder responder a un estímulo conocido de una manera automática y a veces inconsciente. El problema es cuando lo que vuelven son los "fantasmas".

Los fantasmas son aquellos problemas que una vez encontramos y, tras muchos dolores de cabeza, superamos de una u otra manera. En cierto momento nuestra vida tomó un camino y nos pidió una respuesta. La decisión tomada para enfrentarse a ese problema nos habrá dejado un pequeño poso de conocimiento, un hilo del que tirar cuando volvamos a encontrarnos en la misma situación. Lamentablemente, las circunstancias hacen que a veces los hilos de los que tirar se pierdan entre nuestras manos. El hecho de tirar en estos casos se hace más difícil, pues hemos ido dejando un sedimento por encima de los hilos que antes teníamos preparados y no estarán tan a la vista. Más aún, el hecho de creer un problema superado nos lleva a olvidarnos también del camino a seguir. De igual modo que si visitamos una ciudad muchos años después de verla por última vez podemos perdernos entre nuevas calles, las circunstancias también han variado desde la primera aparición del fantasma a ahora. Remover la tierra y desenterrarlo puede provocar un terremoto de ideas y recuerdos aterrador.

Confío en que enfrentarse a un problema ya conocido tenga su parte positiva y que premie más la experiencia frente a la novedad, el conocimiento frente a la improvisación. No se puede garantizar el éxito ante un segundo asalto solo porque el primero haya sido superado. Como se suele decir, la vida es una carrera de fondo. Quiero deducir de ello que uno no debe agotarse demasiado temprano y que debe estar siempre preparado para contraatacar en el momento más complicado. Además, sé que las circunstancias esta vez son más positivas; me asiento sobre una base mucho más estable a la que aferrarme. Lo único malo es que conoces siempre como empiezan estas cosas, pero nunca como acaban.

Los fantasmas del destino son caprichosos.