8 de septiembre de 2006

Niños y perros

No sé muy bien que tienen los niños con los perros... Es esa especie de relación amor-odio, de decir "que curioso me resulta este ser, ¿de qué se tratara?" mientras que por otro lado el perro no sabe muy bien si acercarse, gruñir un poco por si acaso o salir despavorido ante un inminente manotazo, patada o de todo un poco...

Sucedía que acababa de salir de casa con mi perrilla en la hora de su paseo del mediodía, pongamos la 1 y media. Como siempre, aunque yo tire para la derecha ella siempre clava la vista a la izquierda, a la terraza del bar de abajo (a ver si alguien se da la vuelta, dice "que mono!" y de paso se deja acariciar un poco y le dan algo para llevar a la boca... no es lista ni nada...)

Grave error...

Al instante en que nos alejábamos, yo tirando de ella con cierta insistencia mientras se empeñaba en provocarse una luxación de cuello, un grupo de unos 4 niños (2 varones y 2 hembras) con edades comprendidas entre los 3 y los 8 años aproximadamente se acerca corriendo y se sientan en un banco al lado del cual acabábamos de pasar.

"¿Cómo se llama el perrito?"

Finjo no haber escuchado, que me lo estoy oliendo... Que te empiezan preguntando como se llama el perro y terminan preguntándote hasta los apellidos de soltera de la abuela.

"¿Cómo te llamas, perrito?"

Evidentemente, no va a contestarles, asi que creo que me tocará hacerlo a mi... está bien...

"Se llama Dolly"

Comienzo a oir entonces toda clase de nombres varios, ninguno por supuesto coincidiendo mínimamente con el que yo había dicho.

"Boni!!"

"Doni!!"

"Boli!!"

Vuelvo a decirlo, por si acaso, mientras me voy alejando, que estos niños cada vez hablan más alto y la gente de alrededor ya se está girando a mirar...

"Dolly, Dolly"

Da igual... mismas respuestas. Jue, seguro que si hubiera un pokemon de esos que se llamara así bien que lo hubieran dicho a la primera, pero nada, no hay manera.

Ante la situación tan agobiante de oir miles de nombres in crescendo disparados en tu dirección la única solución es la huida, por lo que tirando de nuevo insistentemente de la correa doblamos la esquina, dejando a ese coro de voces infantiles discutiendo nombres cada vez más inverosímiles.

Que no se engañe nadie, no soy ningún ogro, y de hecho me gustan los niños. Pero dos o más juntos y con un perro de por medio... eso es otra cosa.

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