21 de noviembre de 2008

Humano, después de todo

- Definitivamente tienes muy mal aspecto.

- Lo sé. - respondió el Dr. James Conrad. - Esta semana me noto realmente cansado. Y lo curioso es que anoche apenas pude pegar ojo... es como si la cabeza se me vaya por momentos.

Tras quitarse la bata blanca, el Dr. Mathew Auberlen se rascaba levemente la calva atusándose el poco pelo canoso que le quedaba. Realmente su compañero parecía bastante agotado mientras decía todo aquello, por lo que no pudo reprimir una leve mueca de desagrado.

- Tal vez deberías probar a pasar por el nuevo sistema experto de diagnóstico. Ha sido toda una novedad y está dando muy buenos resultados, aunque para lo que dicen que le costó a la empresa más vale que los dé.

El Dr. Conrad recogía su maletín, guardando un montón de papeles en una carpeta y metiendo esta después cuidadosamente en su cartera de piel.

- No sé... no creas que tengo mucha confianza yo en esas máquinas "sabelotodo".

- Me estarás tomando el pelo. Esa máquina es algo así como el médico perfecto, sólo que esta sabe lo que muchos médicos juntos. Y hay algo más: - Con el cabello ya en su sitio, el Dr. Auberlen se detuvo un momento mirando a su compañero mientras se abrochaba los botones su gabardina, como queriendo dar más énfasis a lo que iba a decir. - Este "médico" goza de los privilegios del razonamiento perfecto. Procesa millones de datos por segundo y es capaz de dar una respuesta absolutamente fiable y objetiva en menos de un minuto.

- Pero es tan frío el trato con un médico así... - El Dr. Conrad negaba con la cabeza y pensaba en cuando él empezó a trabajar en aquel hospital. Entonces no había ninguna máquina que fuese a hacer sus diagnósticos. Los pacientes esperaban en su consulta y él tenía que observar todos los síntomas y elaborar un diagnóstico basado en su conocimiento y su experiencia. Ahora todo ello se hallaba encerrado entre planchas metálicas, inmerso en un mar de información de dimensiones desconocidas que llamaban "inteligencia". ¿Por qué había estudiado él tantos años de carrera para terminar apretando un botón y viendo hacer su trabajo a una estúpida máquina?

- Mira, haz lo que quieras, pero todo el mundo te va a decir lo mismo que yo. Además, y como te he dicho, nada ni nadie te dará una respuesta mejor que la suya. Te dirá todo cuanto te pueda pasar. Sin pelos en la lengua; un médico puramente racional, sin humanidad.

- Ya, supongo que tienes razón... Mañana iré por la mañana, sí. Supongo que puedo hacer caso a todos los médicos de este hospital juntos - una leve sonrisa se dibujó en su rostro mientras cerraba la cartera y se la colgaba al hombro.

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El Dr. Conrad se tomó una semana de vacaciones a partir del día siguiente. Su mujer y él viajaron a una ciudad cercana. Al cuarto día, el médico sufrió un desmayo mientras tomaba un café en una terraza y perdió el conocimiento. Cuando llegó la ambulancia, su pulso se había desvanecido. Al alcanzar el hospital, James P. Conrad había muerto.

Dos entes fueron "abiertos" para su examinación tras este acontecimiento. El primero fue el propio doctor, en cuyos vasos sanguíneos del cerebro encontraron abundantes coágulos producidos por una circulación arterial peligrosamente deteriorada. El segundo fue el sistema de diagnóstico, para el cual se buscó en la base de datos la información proporcionada unos días antes al médico: "Diagnóstico: Inminente trombosis. Tratamiento: Ninguno. Sugiérase una suspensión temporal de la actividad laboral. Omítase dar el diagnóstico real al paciente. Buena suerte, Dr. Conrad."

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